Me llamo Alberto Muñoz Muñoz y tengo 56 años. Nací en Salamanca una fría mañana de invierno de 1964. No es que recuerde el frío que hacía, me lo contó mi madre que era una friolera sevillana que nunca se acostumbró al inclemente invierno de mi ciudad.
Siempre he puesto en tela de juicio la finalidad de esa horrible pregunta que nos hacían de pequeños: “¿y tú de mayor qué quieres ser?”. Según esto yo tendría que haber sido ornitólogo, que es lo que siempre contestaba. Me gustaba ver la cara asombro que ponían los adultos cuando lo oían y disfrutaba cuando después comentaban: “este niño es un repipi”. La palabra la aprendí leyendo un libro de Enid Blyton, recuerdo que era uno de Los Siete Secretos. Creo que esa era mi vocación: las palabras. Nunca tuve que buscarla, ni responder a aquella fastidiosa pregunta; dejé que ella me encontrara.
Otro libro con muchas palabras, un viejo y gordo diccionario bilingüe de mi padre, fue la llave que abrió la puerta de mi carrera; estudié Germanística en la Universidad Civil de mi ciudad. Cuando terminé, la vida misma me llevó botando de una ciudad a otra: Stuttgart, Alcalá de Henares, Groningen, Oviedo, Albacete, Hoofddorp y Albacete; le tengo querencia a La Mancha.
Me encantan los ordenadores (soy muy ordenado), la caligrafía, tocar la flauta de vez en cuando (cada vez menos) y cocinar cosas raras. Claro, claro, leer también.
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