La ventana del cuarto de mis hijos
El 12 de marzo, un par de días antes de que se declarara el confinamiento y empezara el estado de alarma, les dije a mis alumnos, ─que ya estaban bastante alterados por las noticias─: "no os preocupéis, a partir del lunes seguiremos las clases por videoconferencia. Ya os pondré las instrucciones en Classroom". No puedo decir que haya sido una experiencia agradable, pero se nos abría la posibilidad de continuar las clases usando un formato para el que no estábamos totalmente adiestrados pero tampoco absolutamente desprovistos. Nuestro instituto lleva 5 años trabajando con herramientas digitales: tenemos conexión a internet de banda ancha en todas las clases, los alumnos traen sus propios dispositivos en los que llevan su mochila digital, libros en formato digital y todas las herramientas de Google para Educación. Desde primero de ESO saben lo que es y cómo manejar el correo electrónico, usar el procesador de textos, resolver tareas en Classroom, rellenar formularios, bien en los libros de texto digitales o usando Forms; hacen presentaciones o trabajan en grupo sobre un mismo documento compartido. Por descontado saben usar cualquier sistema de mensajería para comunicarse. Poner en funcionamiento Meet fue cuestión de horas. 
Todo eso pinta muy bien pero no todo ha funcionado. Un número significativo de alumnos no se ha conectado a las clases y algunos, aunque aparecían conectados, no participaban en las clases. Las normas establecidas por las autoridades tampoco han ayudado mucho. Algo ha fallado y nos ha cogido, también en esto, sin la preparación adecuada. Nuevamente, los alumnos con voluntad han aprovechado la circunstancia pero ha sido muy difícil llegar a los descolgados.
No obstante, ha aparecido un nuevo reto y ha entrado con fuerza en nuestro entorno educativo. Creo que debemos aprovecharlo, analizar la situación y aprender a resolver estos problemas.