Desde luego que he usado el aprendizaje cooperativo. Pero con más decepciones que alegrías. No quiero decir con esto que no crea que los resultados obtenidos con la colaboración no puedan ser más ricos, ¡desde luego que sí! Es la obviedad de la sentencia: cuatro ojos ven más que dos, y seis muchísimo más.

Creo que mis decepciones provienen de dos puntos diferentes: uno interno y otro externo. El interno tiene que ver con un defecto mío: el perfeccionismo. Si quiero un producto lo quiero bien amarrado, sin flecos. Teniendo en cuenta que somos todos bastante defectuosos, es difícil aspirar a esa perfección y si, además, entran a formar parte del juego los defectos de los demás, peor todavía. Si la obsesión es muy fuerte, nubla incluso todas las bondades que presta el trabajo con los demás, el trabajo colaborativo.

La otra fuente de decepción proviene de esa falta de cultura por el trabajo en equipo que tenemos, y que pienso que tiene su fundamento en el miedo que tenemos a ser juzgados por los demás.

¿He trabajado en equipo? A veces. Lo que me he encontrado en esas ocasiones ha sido muy valioso. En primer lugar, amistad. Cuando he trabajado en grupo con alguien que deseaba hacerlo, lo primero que ha aparecido ha sido la empatía. Esa fuerza iba más allá del mero trabajo, porque aparecía en los espacios que no se dedican al trabajo (comidas, felicitaciones, conversaciones sobre la vida en torno a una cerveza) y, curiosamente, tenía una repercusión efectiva en el trabajo. Creo que eso es fundamental. La otra consecuencia positiva del trabajo cooperativo es la concesión, es decir, la aceptación de que quizá el planteamiento del otro sea más productivo o mejor que el tuyo. Creo, también, que esto es algo que enriquece mucho y amplia el panorama que uno ve en su estrechez.

¿He promovido el trabajo colaborativo con mis alumnos? Esto es mucho más difícil. ¿Por qué? Primero porque son adolescentes y, por tanto, no se puede exigir a priori que los productos resultantes tengan la calidad de una persona que aúna una formación completa y experiencia. Para un tipo exigente y perfeccionista, como yo, esto es duro. Hay que hacer un ejercicio de humildad considerable.

Otro problema difícil de resolver (y si alguno me puede decir cómo resolverlo de manera efectiva, se lo agradeceré enormemente): la heterogeneidad. Y no solo por el hecho de que cada alumno tenga personalidades diferentes, sino porque sus ganas de trabajar también lo son. Al final, casi siempre aparecen las quejas de los unos contra los otros. Los trabajadores se quejan de la pereza de los otros y estos de las ínfulas de los primeros. Sin duda, sería maravilloso dar con información solvente a este respecto, ¿por qué? Porque nos permitiría establecer una cultura del trabajo en equipo, y los productos que obtendríamos serían mucho mejores que los individuales. Y es que, ya lo decíamos al principio: más ven cuatro ojos que dos.

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