Creo que mis decepciones provienen de dos puntos diferentes:
uno interno y otro externo. El interno tiene que ver con un defecto mío: el
perfeccionismo. Si quiero un producto lo quiero bien amarrado, sin flecos.
Teniendo en cuenta que somos todos bastante defectuosos, es difícil aspirar a
esa perfección y si, además, entran a formar parte del juego los defectos de
los demás, peor todavía. Si la obsesión es muy fuerte, nubla incluso todas las
bondades que presta el trabajo con los demás, el trabajo colaborativo.
La otra fuente de decepción proviene de esa falta de cultura
por el trabajo en equipo que tenemos, y que pienso que tiene su fundamento en el
miedo que tenemos a ser juzgados por los demás.
¿He trabajado en equipo? A veces. Lo que me he encontrado en
esas ocasiones ha sido muy valioso. En primer lugar, amistad. Cuando he
trabajado en grupo con alguien que deseaba hacerlo, lo primero que ha aparecido
ha sido la empatía. Esa fuerza iba más allá del mero trabajo, porque aparecía
en los espacios que no se dedican al trabajo (comidas, felicitaciones,
conversaciones sobre la vida en torno a una cerveza) y, curiosamente, tenía una
repercusión efectiva en el trabajo. Creo que eso es fundamental. La otra
consecuencia positiva del trabajo cooperativo es la concesión, es decir, la
aceptación de que quizá el planteamiento del otro sea más productivo o mejor
que el tuyo. Creo, también, que esto es algo que enriquece mucho y amplia el
panorama que uno ve en su estrechez.
¿He promovido el trabajo colaborativo con mis alumnos? Esto
es mucho más difícil. ¿Por qué? Primero porque son adolescentes y, por tanto,
no se puede exigir a priori que los productos resultantes tengan la calidad de
una persona que aúna una formación completa y experiencia. Para un tipo
exigente y perfeccionista, como yo, esto es duro. Hay que hacer un ejercicio de
humildad considerable.
Otro problema difícil de resolver (y si alguno me puede
decir cómo resolverlo de manera efectiva, se lo agradeceré enormemente): la
heterogeneidad. Y no solo por el hecho de que cada alumno tenga personalidades
diferentes, sino porque sus ganas de trabajar también lo son. Al final, casi
siempre aparecen las quejas de los unos contra los otros. Los trabajadores se
quejan de la pereza de los otros y estos de las ínfulas de los primeros. Sin
duda, sería maravilloso dar con información solvente a este respecto, ¿por qué?
Porque nos permitiría establecer una cultura del trabajo en equipo, y los productos
que obtendríamos serían mucho mejores que los individuales. Y es que, ya lo decíamos
al principio: más ven cuatro ojos que dos.
Foto de Canva con licencia CC obtenida en Pexels
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